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Hoy decidí salir a tomar el aire a un campo de amapolas. En su fragor, la amapola siempre me ha parecido ser una explosión de vitalidad, como si llevara consigo la esencia misma del verano, el calor y la luz.
Lo curioso de las amapolas es que, a pesar de su belleza llamativa, tienen una naturaleza efímera. Su ciclo de vida es corto; florecen en primavera y se desvanecen con la llegada del otoño, como si el tiempo de su esplendor estuviera predestinado a ser fugaz. Es como si la amapola nos recordara que la belleza no siempre perdura, pero que incluso en su breve existencia, puede ser extraordinaria y transformadora.
II. Amapolas
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