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Hoy me detengo frente a este espejo invisible que todos llevamos dentro. Me observo con ojos nuevos, como si intentara reconocerme por primera vez, despojándome de las costumbres, de las prisas que la vida me impone. Quizá sea un intento de capturar algo efímero, ese momento en que todo lo que soy se condensa en una imagen nítida.
Pero es un esfuerzo inútil, porque siempre me escapo, siempre me transformo mientras miro.
Me veo un poco cansado, con los hombros caídos por el peso de mis pensamientos, esos que a veces me parecen tan pesados que se vuelven rocas. La mirada, sin embargo, sigue buscando, como quien no termina de encontrar lo que ha perdido.
III. Yo, Hilma
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